Saturday, August 12, 2006

una forma de verlo...



La vida es una sucesión de hechos acotada y cerrada.

La vida es y siempre va a ser injusta; eso no va a cambiar.
Lo que sí cambia es la manera de ver y encarar las cosas. De los trescientosesenta y cinco días del año, al menos doscientos cincuenta van a ser grises y fríos.

Depende de cada uno cómo enfrentarlos. Uno nada o se ahoga. Ahora, esto puede generar una gran discusión al tratar de divisar el mejor camino o a lo sumo el menos peor.
El nadar implica riesgo de ahogarse veintemil veces más, con todo lo que esto conlleva.
El ahogarse es terminar con todo en un segundo, terminar con sufrimiento, dolor, angustia, cansancio psíquico, etc.
Terminar de una vez por todas con ésos fantasmas con los cuales se torna imposible vivir en algunos momentos.

Ésos demonios que nos acompañan siempre, en mayor o en menor medida, pero que siempre están. A veces son tan grandes y malignos que no hay más que el agonizante paso del tiempo para alejarlos a una distancia prudente como para poder seguir caminando.

No veo a la vida como un regalo, la veo como un castigo.
Regalos son aquellas cosas que dan tregua en una vida. Aquellos momentos en que uno logra liberarse de la realidad; cuando te olvidas de lo malo para ver todo bueno.
La gente busca éstas treguas constantemente, y las llama felicidad.

Se dice que el conformismo es la otra cara del insatisfecho permanente.
Pero, ¿Acaso no es eso lo que somos?
Las personas buscan conformarse para hacer más ameno el arduo camino.
El conformismo tiene sus bases en la búsqueda de lo menos malo, aunque uno piense que está buscando lo bueno; es que no terminamos de entender que lo bueno no existe.
Cada decisión que tomamos tiene como cimientos ésta teoría.
Uno se para frente a dos caminos que se bifurcan y elige el que parezca brillar más a pesar de ser los dos opacos.

La soledad es una realidad. El hombre está solo, siempre lo estuvo; es un ser individual por naturaleza.
Pero esto se niega desde siempre. Como negación aparecen refugios diversos en los que se interna el hombre, como son las religiones, las amistades, la pareja, los hijos, las creencias, etc.
Y no es que esté en contra de esto, al contrario, pienso que ha sido de mucha ayuda a millones de generaciones a llegar a donde hoy estamos.
Pero todo se acaba, todo tiene un límite. Pocas personas logran seguir fieles a su “refugio” cuando los días más tormentosos y oscuros los envuelven.
Y a pesar de ésta oscuridad enceguecedora, es en éstos momentos en que uno realmente ve como son las cosas, es en éstos momentos en que deja de ver con los párpados para ver con los ojos.

Admiro la capacidad enceguecedora del ser humano. Con el paso del tiempo ésta capacidad se va perdiendo, pero aún así hay muchos que alcanzan el final con ella.

Son todos escudos que generamos en ésta cárcel de puertas abiertas pero de las cuales ninguna lleva a la liberación.
Ésta cárcel en la cual sólo tenemos dos opciones, o cerramos los ojos y seguimos nadando, o cerramos los ojos para siempre logrando el descaso perpetuo.

Hasta ahora hablé de escudos y refugios, pero no hablé de qué cosa lo genera.
Todo esto aparece como accesorio de un gran todo que es el amor.
El amor es el motor de todas las cosas, es la batería que permite funcionar algo; sin amor no existe nada.
El hombre actúa únicamente por amor: amor a uno mismo, amor a la familia, amor al prójimo, amor a la profesión, amor a un ser extraterrenal.
El amor nos da la capacidad de cegarnos, es la energía necesaria para espantar fantasmas, para elegir caminos, y en definitiva es a lo que se reduce la vida.
La vida se acaba cuando se acaba el amor.
Sin amor el hombre no tiene fuerzas para nadar.

2 comments:

MerMota said...

so´ bolú Hugo! si no decías que era tu casa nadies se enteraba!!!

Estela

Anonymous said...

linda narrativa mer, fluye bien y pega una linda vuelta la cosa.